Yakushima. Un enorme sueño hecho realidad…

Posted on Dec 31, 2014 in Deporte, Hiking, Japon, Personal, Turismo | 11 comments

¡Hola a todos!, ¿qué tal van las vacaciones de Navidad? ^_______^

Como último post del año quiero hablaros del increíble viaje que hice en septiembre a Yakushima, una isla al sur de Japón que pertenece a la prefectura de Kagoshima. Es la isla que sirve de escenario a la película de la Princesa Mononoke, del estudio Ghibli. Si no habéis visto esta película, os la recomiendo fervientemente. ¡Es una de mis favoritas!

Cuando vivía en Barcelona, solía ir los domingos por la mañana al Mercat de San Antoni, con mi amiga Cristina, para comprar manga. Uno de esos domingos me acerqué a un puesto que vendía calendarios de bolsillo. Compré varios. De gatitos, para mi madre y mi hermana y uno con un paisaje, para mí. Era un río de aguas cristalinas, rodeado de piedras y árboles cubiertos de musgo. La vegetación era tan densa que la luz se veía verde. Todo el paisaje era verde. Un verde vivo y fresco. La imagen me cautivó completamente. Al darle la vuelta al calendario vi dónde estaba sacada la foto: “Yakushima, Japón”. En ese momento me prometí a mí misma que algún día iría a ese lugar. Era el año 1994, y aún conservo el calendario.

Pues bien, 20 años después, pude cumplir mi sueño visitando ese lugar.

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Aunque antes de vivir en Japón ya vine de vacaciones varias veces, visitar Yakushima no es tan fácil. Además de que para llegar es necesario subirse a dos aviones (o a un avión y a un barco), está limitado el número mensual de turistas que la visitan. Yakushima fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco y Patrimonio Natural de la Humanidad, por eso se protege con todas las medidas posibles.

El segundo motivo por el que no la había visitado aún es porque en esa isla lo único que se puede hacer son algunas actividades acuáticas o senderismo. Eso no es ni mucho menos un punto negativo, al contrario. Lo que ocurre es que mi condición física no estaba a la altura del nivel de hiking requerido para andar por los bosques y montañas de la isla. Porque para poder disfrutar de sus paisajes no hay otra que adentrarse en sus montañas, ya que toda la isla es montañosa.

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Así que, tras 3 años preparando el viaje muy en serio, informándome de las condiciones climáticas, de la naturaleza, de las rutas, puntos de interés, etc. y entrenándome para poder caminar durante horas y horas, Ryuzo y yo nos fuimos a Yakushima. Yeaaah!!!

El viaje en sí no es caro, para lo que supone viajar en Japón. En realidad, nos salió más caro comprar el equipo de hiking que el viaje en sí (avión + hotel). Aunque yo he practicado senderismo algunas veces, no tenía ningún equipo específico. En el caso de Yakushima, debido a su terreno y a sus condiciones climáticas, hay varios elementos imprescindibles sin los cuales es imposible realizar sus rutas. Por ejemplo, botas de hiking, chaqueta y pantalón impermeables, luz frontal… Y como además yo soy novata practicando senderismo de ese nivel, necesité equipo de soporte para poder cumplir con mis objetivos. En mi caso llevé bastones de senderismo y mallas o leggings de soporte. De todos modos, incluso las personas acostumbradas al senderismo dicen que algunas de las rutas de Yakushima son duras por ser muy largas.

Y es que, para colmo, yo me propuse realizar dos rutas seguidas. Una es la ruta de Shiratani Unsuikio, el bosque de musgo de la Princesa Mononoke.

* Shiratani Unsuikyo:
Longitud: 4.2 km
Altitud max.: 1050 m
Tiempo estimado: 5 h
Dificultad: Baja a media.

La otra es la ruta de Jomon sugi, la ruta que lleva hasta el cedro Jomon, el árbol más antiguo de Japón, con unos 3000-7000 años de antigüedad.

* Jomon sugi:
Longitud: 22 km
Altitud max.: 1300 m
Tiempo estimado: 10 h
Dificultad: Baja, media y alta.

La ruta de Shiratani Unsuikyo es preciosa. Imaginad un bosque de cedros cubierto de musgo, con un río que lo atraviesa y ciervos y monos paseando por doquier… Se escuchaban pájaros junto al murmullo del agua y otras criaturas inidentificables. Una paz absoluta nos invadió caminando por esos bosques. O más bien debería decir trepando, ya que el terreno es totalmente rocoso y hay que caminar sobre enormes piedras y gigantescas raíces de árboles. Esa luz verde, sobre el musgo es de las cosas más hermosas que he visto en mi vida.IMG_8548

Caminar junto a los ciervos y a los monos, sin que se asustaran, es indescriptible. En Yakushima está prohibido cazar animales y talar árboles, así que ellos no ven al ser humano como ninguna amenaza. Fue maravilloso tenerles tan cerca y poder ver su mirada tan serena y pura…

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Al finalizar la ruta seguimos caminando para conectar con la ruta de Jomon sugui, lo que en los carteles se indicaba como 90 minutos, pero que a nosotros nos costó 2 horas. Ese tramo es realmente precioso con una naturaleza impresionante. Hay árboles enormes, con raíces casi tan grandes como su tronco, que se extienden metros y metros. Otros tenían formas tan extrañas que parecían seres de otro mundo…

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Finalmente llegamos a la ruta de Jomon sugui. Esta ruta tiene una parte muy fácil, ya que una gran parte del recorrido se realiza caminando sobre las antiguas vías para las vagonetas que transportaban los árboles que se talaban en la montaña. Hoy en día sólo se usan en caso de emergencia para transportar a algún herido grave o algún árbol caído que impide el paso.

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Una vez se termina el recorrido por las vías caminar se vuelve una tarea nada fácil. De nuevo hay que caminar sobre enormes piedas cubiertas de musgo, sortear raíces de árboles imposibles y cruzar varios ríos y riachuelos. Lo peor era que con cada paso había que mantener el equilibrio. Que un pie mal posicionado o un resbalón te aseguraba una caía en las rocas, con todas sus posibles consecuencias. No era una caída de vida o muerte, pero sí que te podías lastimar mucho o incluso romperte algún hueso… A todo eso hay que añadir que en Yakushima llueve cada día, no constantemente, pero sí durante varias horas y varias veces. Fue muy duro, no os voy a engañar. Hubo momentos en los que quise tirar la toalla, pero me encontraba en un punto en el que no podía retroceder tampoco, porque el camino de vuelta era todavía más largo que el de ida. Sólo podía avanzar, era la única opción. En momentos así, siempre escucho en mi cabeza la voz de Dory, cantando “sigue nadando, sigue nadando”. Me paré a contemplar el alrededor. Me pareció que las hojas de los árboles me empujaron y me ayudaron a seguir andando, porque uno de los sueños de mi vida era visitar ese lugar, y el miedo a caerme no iba a impedirme disfrutar de tal maravilloso tesoro de la naturaleza.

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Al cabo de un ratito llegamos a uno de los puntos que más ansiaba alcanzar: el tocón de Wilson. El tocón de Wilson es el gigantesco tocón de un árbol hueco, con 13.8 m de circunferencia. Al entrar dentro y mirar hacia arriba, desde el punto adecuado, se ve la parte superior con forma de corazón. Además de ser precioso, es un punto de energía muy muy especial.

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El camino desde el tocón de Wilson hasta llegar al Jomon sugui es el más duro. Además de por la enorme cantidad de horas que ya llevas caminando, por la dificultad del terreno. Para poder caminar más fácilmente se han construído unas escaleras de madera sin barandillas. Pero los peldaños son muy estrechos y la distancia entre ellos enorme. Así que, los tramos de subida todavía los pude hacer bien, pero los de bajada me parecían un suicidio. Si se te iba el pie y te caías podías hacerte muchísimo daño… Así que esos kilómetros los hice tan lenta que se nos hizo de noche.

La luz de la luna se filtraba entre las ramas de los árboles. Nosotros llevábamos unas luces frontales para alumbrar el camino inmediato ante nosotros. Pero a parte de eso, no se veía nada más. Escucharse, se escuchaban muchas cosas. Tenía miedo de perdernos, porque el camino allí no es camino. Hay que saltar por encima de piedras y árboles de un modo que parece inhumano. Tenía miedo de salirnos de la ruta y perdernos en el bosque. Pero no tenía pánico. De algún modo estaba segura de que nada malo iba a ocurrirnos. Varias horas después llegamos al Jomon sugi. No podía creer que estábamos frente a él. Quería abrazarlo. Pero no eran momentos de ponernos a hacer fotos ni nada de eso con semejante oscuridad y semejantes ruidos. Así que entramos en la cabaña que hay a unos 10 o 15 minutos del cedro Jomon para pasar allí la noche. Fuimos los últimos en llegar, otros excursionistas ya estaban durmiendo cuando llegamos. Comimos algo y nos metimos en nuestros sacos de dormir. Esa noche pasó un tifón por Yakushima y la tormenta en el bosque fue espectacular, con truenos, relámpagos y lluvia a cántaros.

A la mañana siguiente nos despertamos todos muy temprano. Para mí es muy raro dormir en sacos de dormir junto a gente que no conozco de nada, pero el ambiente era muy tranquilo, todo el mundo estaba muy cansado por el enorme esfuerzo del día anterior pero con una sonrisa enorme de oreja a oreja por haberlo conseguido. Todos preparaban sus desayunos y charlaban animadamente. Era la primera vez que yo pasaba la noche en una cabaña. Era la primera vez que practicaba senderismo “de verdad”. Nos quedamos los últimos y disfrutamos de los alrededores en solitario.

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Emprendimos el camino de vuelta y pasamos de nuevo junto al majestuoso cedro Jomon. Esta vez sí, nos paramos y tomamos fotos. El árbol solo puede admirarse desde unas plataformas de madera que lo rodean, para que la gente no pise sus raíces y no lo dañe. Era totalmente imposible abrazarle sin romper las normas del lugar, así que no lo hice. Pero me llevé de recuerdo una de las hojas que cayeron sobre mí. Es el punto más recóndito de la isla, y para llegar allí no es nada fácil, pero os juro que vale la pena. Tener frente a ti un árbol de semejante edad te hace pensar muchas cosas. Te renueva el espíritu. Es más que maravilloso…

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El camino de vuelta me resultó no más fácil que el de ida, de hecho, algunos tramos son todavía más difíciles. Además, yo soy de las que se me da mejor subir que bajar, como a los gatos… Pero lo hicimos en menos tiempo que el de ida, debido a la experiencia adquirida trepando sobre las rocas.

El resto de días que pasamos en Yakushima fueron maravillosos. Visitamos cascadas, faros, museos, tiendas de productos artesanos de madera y cerámica, fuimos a nadar con tubo de buceo y vimos cientos de peces tropicales… La gente era maravillosa, la comida exquisita y los paisajes magnificos.

Yakushima me dio algo que no tenía: valor y confianza en mis habilidades físicas. Además me devolvió la fe en varios aspectos de la vida. Me demostró la energía y la fuerza de la naturaleza y me hizo sentir inmensamente feliz al ver sus bellísimos paisajes. A cambio yo le entregué un pedazo de mi corazón y la promesa de volver algún día, pero esta vez sin esperar 20 años 😉

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“Fabulae”, o el día que entendí el flamenco

Posted on Jul 5, 2014 in Arte, Cultura, Deporte, España, Japon, Música, Personal | 2 comments

Hoy me sorprendo a mí misma al hablaros de un tema como el flamenco. Aunque en realidad, este post es sobre la danza butoh.

Los que me conocéis sabéis que, a pesar de tener un padre sevillano y gran parte de familia andaluza, el flamenco no corre por mis venas. No me ha interesado nunca, ni su baile ni su música.

A los japoneses, que les suele gustar muchísimo el flamenco, les extraña que a mi no me interese para nada. Cuando me preguntan qué tipo de baile me gusta y les digo que el ballet clásico y la danza contemporánea, me sonríen, totalmente desilusionados, y me preguntan porqué no me gusta el flamenco. Lo encuentro un baile con mucha fuerza. Demasiada. Las bailaoras se “pelean” con la música, por decirlo de algún modo. No es delicado, es lo contrario. Puedo ver la belleza en la mayoría de los movimientos del ballet, pero esos movimientos tan fuertes del flamenco no me hacen sentir nada. En el ballet la pasión está controlada, pero en el flamenco desbordada. El flamenco me resulta muy ruidoso y no me gusta la música ni las voces, por eso ver un baile que tiene una música de fondo que me disgusta no se me hace placentero. Para gustos, colores, ¡qué se le va a hacer!

En febrero de este año, fui a ver un espectáculo de danza de la compañía Dance Medium en el que participaba un muy querido amigo mío y además compañero de trabajo, David Taranco. Ryuzo y yo fuimos al espectáculo sin apenas saber de qué se trataba. Salía David, así que eso era lo importante XD. Cuando llegamos y empezó el show me quedé totalmente alucinada y boquiabierta. No “bailaban”, no “actuaban”, era una persona agonizando en el escenario. “¡Qué cosa más rara!”, pensé. Y al mismo tiempo que veía a aquel actor-bailarín sacudiéndose y transformándose en lo que a mi me pareció un pájaro, me cautivaron todos y cada uno de sus movimientos. Me encantó. Esos maquillajes fantasmagóricos, esos bailes exorcistas, ese dominio sobrenatural de cada uno de los músculos del cuerpo y esa sensación de entrar en un mundo que no es ni el nuestro ni el del más allá me dejaron estupefacta. Y entonces fue cuando conocí el mundo del “Butoh”.

El butoh es una danza que nació en Japón en 1959, después de la 2a. Guerra Mundial, como una forma de expresión del dolor y de los temas tabúes de la sociedad de aquellos tiempos, como la homosexualidad. Fue fundado por Hijikata Tatsumi y Ohno Kazuo y en pocos años se ha extendido mundialmente. El maquillaje intenta evocar al mundo de las almas, por lo que se suele pintar el cuerpo de blanco, incluyendo la cara y el pelo. La ropa es mínima y los movimientos muy peculiares. Las expresiones faciales se exageran mucho, explorando la locura. Parece como si los bailarines estuvieran poseídos y los moviese tanto una fuerza interna como otra externa. También se mueven suavemente, como el agua que se mece en el mar o las hojas de los árboles cayendo al suelo. Mueren, nacen, se encuentran, se separan, se transforman y reencarnan…

YouTube es una excelente fuente de conocimientos y he podido ver actuaciones de bailarines de butoh de todo el mundo (esta es una de mis favoritas). Los bailarines tienen que realizar movimientos muy controlados y difíciles, por lo que necesitan una excente forma física para poder usar de ese modo los músculos. Personalmente, me parece que esos movimientos muestran la agonía por sobrevivir, por transformarse, por aferrarse a la vida. Me parecen totalmente innatos en el ser humano, el perfecto reflejo del alma humana. Quizá sea por eso que ya me parecen naturales, en lugar de bizarros, como quizá pudieran pensar muchos.

Hace poco fui a ver una actuación bastante peculiar. Se llamaba “Fabulae” y era una colaboración de flamenco y butoh. Participaba de nuevo David Taranco, como bailarín de butoh, junto a una bailaora japonesa muy famosa, Yuki Onuma, como protagonista.

“Fabulae”, con Yuki Onuma

La obra empezó con un zapateao con una coordinación tal que me dejó sin aliento. Una actuación al nivel del Ballet Nacional de España que me puso la piel de gallina de la cabeza a los pies. Maravilloso. A partir de ese alegre comienzo, las sombras se acecharon sobre la protagonista, cuyo antagonista, David, le recordaba el lado oscuro de la vida con sus movimientos butonianos.

David Taranco

A medida que la historia avanzaba y el flamenco y el butoh iban intercalándose, interactuando y fusionándose, me di cuenta de que el flamenco y el butoh no difieren tanto en cuanto al alma de sus movimientos. Me di cuenta de que el flamenco también intenta mostrar la agonía, el dolor, la transformación, la felicidad, la vida, la fuerza. Tan solo que de una forma más escandalosa que el butoh. Entendí el porqué de esos movimientos tan bruscos, esas patadas, esas caras de sufrimiento, esa fuerza descontrolada, esos cantes que son gritos y no dicen nada.

Me quedé totalmente petrificada cuando me di cuenta de que, por primera vez en mi vida, entendía el flamenco. Y había tenido que ser de la mano del butoh… ¡qué gran ironía! …no pude evitar que varias lágrimas rodaran por mis mejillas…

Os parecerá tonto, porque es de lógica que el flamenco o cualquier tipo de baile expresa los sentimientos, pero yo no entendía las maneras. Me sobraba tanto ruido y tanta fuerza. A pesar de que sigo siendo una no-fan del flamenco, ahora, como mínimo, lo comprendo.

Lo raro es que a pesar de que el butoh es todavía más “rudo” que el flamenco, me encanta. No sé porqué, pero quizá sea porque veo mucho de ballet en él. Ese dominio de los músculos y las posturas tan difíciles que se adoptan me parecen interesantísimas. La coordinación, el flujo de movimientos, el dejarse llevar, el mundo entre mundos que se crea… ¡es fantástico! Seguro que incluso a vosotros os sorprende que me guste tanto, yo, que siempre voy envuelta de Hello Kitty, corazones, estrellas, arcoiris y unicornios, soy fan del butoh. Y con orgullo… ^___^ ¡¡¡ja, ja, ja!!!

El resto de la actuación “Fabulae” fue tremenda. Me encantó la parte en la que “torean” sus propios sentimientos.

Una de las partes que más me gustó de la actuación.

Y, no es porque sea amigo mío, pero David hizo una actuación magnífica. Me parecía imposible que pudiera moverse de ese modo. Algunos de sus pasos parecían totalmente imposibles de realizar. ¡Qué gran control y equilibrio!, ¡Qué gran bailarín!

¡Exclente actuación!

El resto de bailarines también lo hizo genial, y la actuación de Yuki Onuma me pareció magnífica. En todo momento llevó al público donde ella quiso, abriéndonos su corazón y envolviéndonos de su alegría y sus miedos, su valentía y su lucha.

No sé cuán lejos va a llegar esta actuación de Fabulae, pero a mí me parece que deberían actuar fuera de Japón y mostrarla al mundo. Si tenéis oportunidad de verla, os la recomiendo totalmente. Y si por casualidad tenéis oportunidad de ver un espectáculo de butoh aprovechad, estoy segura de que os sorprenderá. ^____^

¡Hasta pronto!

 

Las fotos son cortesía de “Fabulae”©.

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Ballet en Japón

Posted on Feb 9, 2013 in Deporte, Japon, Música, Personal, Salud | 10 comments

¡Hola a todos!, ¿Qué tal estáis? (⌒o⌒)

La oferta cultural y de entretenimiento en Tokyo es tan sumamente vasta que nunca puedo alcanzar a hacer todo lo que me interesa. Aunque estas dos últimas semanas he podido ir a varios de los eventos a los que quería asistir.

Uno de ellos fue el espectáculo que el Ballet Nacional de España dio en el teatro Bunkamura de Tokyo. A Ryuzo le encanta la guitarra española y el baile flamenco, así que fuimos a ver la actuación más por él que por mí, pero creo que al final disfrutamos los dos por igual. Personalmente, a mí no me gusta mucho el flamenco, pero la manera de bailar de esta compañía de ballet realmente me encanta. Mezclan ballet clásico, danza moderna, flamenco y otras danzas españolas, al ritmo de preciosas guitarras acompañadas de palmas y percusión. La coreografías de los bailarines eran asombrosas. Se me puso la piel de gallina en varias ocasiones, pero especialmente con un número en el que una sola bailarina se lució con saltos y piruetas en un escenario azul a la luz de la luna llena. Fue realmente asombroso.

Yo apenas he ido nunca al teatro y menos a ver espectáculos musicales, por lo que no tengo mucha experiencia, pero creo que, si sois aficionados al ballet y al flamenco, os enamoraréis del Ballet Nacional de España.

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