Hoy me sorprendo a mí misma al hablaros de un tema como el flamenco. Aunque en realidad, este post es sobre la danza butoh.
Los que me conocéis sabéis que, a pesar de tener un padre sevillano y gran parte de familia andaluza, el flamenco no corre por mis venas. No me ha interesado nunca, ni su baile ni su música.
A los japoneses, que les suele gustar muchísimo el flamenco, les extraña que a mi no me interese para nada. Cuando me preguntan qué tipo de baile me gusta y les digo que el ballet clásico y la danza contemporánea, me sonríen, totalmente desilusionados, y me preguntan porqué no me gusta el flamenco. Lo encuentro un baile con mucha fuerza. Demasiada. Las bailaoras se “pelean” con la música, por decirlo de algún modo. No es delicado, es lo contrario. Puedo ver la belleza en la mayoría de los movimientos del ballet, pero esos movimientos tan fuertes del flamenco no me hacen sentir nada. En el ballet la pasión está controlada, pero en el flamenco desbordada. El flamenco me resulta muy ruidoso y no me gusta la música ni las voces, por eso ver un baile que tiene una música de fondo que me disgusta no se me hace placentero. Para gustos, colores, ¡qué se le va a hacer!
En febrero de este año, fui a ver un espectáculo de danza de la compañía Dance Medium en el que participaba un muy querido amigo mío y además compañero de trabajo, David Taranco. Ryuzo y yo fuimos al espectáculo sin apenas saber de qué se trataba. Salía David, así que eso era lo importante XD. Cuando llegamos y empezó el show me quedé totalmente alucinada y boquiabierta. No “bailaban”, no “actuaban”, era una persona agonizando en el escenario. “¡Qué cosa más rara!”, pensé. Y al mismo tiempo que veía a aquel actor-bailarín sacudiéndose y transformándose en lo que a mi me pareció un pájaro, me cautivaron todos y cada uno de sus movimientos. Me encantó. Esos maquillajes fantasmagóricos, esos bailes exorcistas, ese dominio sobrenatural de cada uno de los músculos del cuerpo y esa sensación de entrar en un mundo que no es ni el nuestro ni el del más allá me dejaron estupefacta. Y entonces fue cuando conocí el mundo del “Butoh”.
El butoh es una danza que nació en Japón en 1959, después de la 2a. Guerra Mundial, como una forma de expresión del dolor y de los temas tabúes de la sociedad de aquellos tiempos, como la homosexualidad. Fue fundado por Hijikata Tatsumi y Ohno Kazuo y en pocos años se ha extendido mundialmente. El maquillaje intenta evocar al mundo de las almas, por lo que se suele pintar el cuerpo de blanco, incluyendo la cara y el pelo. La ropa es mínima y los movimientos muy peculiares. Las expresiones faciales se exageran mucho, explorando la locura. Parece como si los bailarines estuvieran poseídos y los moviese tanto una fuerza interna como otra externa. También se mueven suavemente, como el agua que se mece en el mar o las hojas de los árboles cayendo al suelo. Mueren, nacen, se encuentran, se separan, se transforman y reencarnan…
YouTube es una excelente fuente de conocimientos y he podido ver actuaciones de bailarines de butoh de todo el mundo (esta es una de mis favoritas). Los bailarines tienen que realizar movimientos muy controlados y difíciles, por lo que necesitan una excente forma física para poder usar de ese modo los músculos. Personalmente, me parece que esos movimientos muestran la agonía por sobrevivir, por transformarse, por aferrarse a la vida. Me parecen totalmente innatos en el ser humano, el perfecto reflejo del alma humana. Quizá sea por eso que ya me parecen naturales, en lugar de bizarros, como quizá pudieran pensar muchos.
Hace poco fui a ver una actuación bastante peculiar. Se llamaba “Fabulae” y era una colaboración de flamenco y butoh. Participaba de nuevo David Taranco, como bailarín de butoh, junto a una bailaora japonesa muy famosa, Yuki Onuma, como protagonista.
La obra empezó con un zapateao con una coordinación tal que me dejó sin aliento. Una actuación al nivel del Ballet Nacional de España que me puso la piel de gallina de la cabeza a los pies. Maravilloso. A partir de ese alegre comienzo, las sombras se acecharon sobre la protagonista, cuyo antagonista, David, le recordaba el lado oscuro de la vida con sus movimientos butonianos.
A medida que la historia avanzaba y el flamenco y el butoh iban intercalándose, interactuando y fusionándose, me di cuenta de que el flamenco y el butoh no difieren tanto en cuanto al alma de sus movimientos. Me di cuenta de que el flamenco también intenta mostrar la agonía, el dolor, la transformación, la felicidad, la vida, la fuerza. Tan solo que de una forma más escandalosa que el butoh. Entendí el porqué de esos movimientos tan bruscos, esas patadas, esas caras de sufrimiento, esa fuerza descontrolada, esos cantes que son gritos y no dicen nada.
Me quedé totalmente petrificada cuando me di cuenta de que, por primera vez en mi vida, entendía el flamenco. Y había tenido que ser de la mano del butoh… ¡qué gran ironía! …no pude evitar que varias lágrimas rodaran por mis mejillas…
Os parecerá tonto, porque es de lógica que el flamenco o cualquier tipo de baile expresa los sentimientos, pero yo no entendía las maneras. Me sobraba tanto ruido y tanta fuerza. A pesar de que sigo siendo una no-fan del flamenco, ahora, como mínimo, lo comprendo.
Lo raro es que a pesar de que el butoh es todavía más “rudo” que el flamenco, me encanta. No sé porqué, pero quizá sea porque veo mucho de ballet en él. Ese dominio de los músculos y las posturas tan difíciles que se adoptan me parecen interesantísimas. La coordinación, el flujo de movimientos, el dejarse llevar, el mundo entre mundos que se crea… ¡es fantástico! Seguro que incluso a vosotros os sorprende que me guste tanto, yo, que siempre voy envuelta de Hello Kitty, corazones, estrellas, arcoiris y unicornios, soy fan del butoh. Y con orgullo… ^___^ ¡¡¡ja, ja, ja!!!
El resto de la actuación “Fabulae” fue tremenda. Me encantó la parte en la que “torean” sus propios sentimientos.
Y, no es porque sea amigo mío, pero David hizo una actuación magnífica. Me parecía imposible que pudiera moverse de ese modo. Algunos de sus pasos parecían totalmente imposibles de realizar. ¡Qué gran control y equilibrio!, ¡Qué gran bailarín!
El resto de bailarines también lo hizo genial, y la actuación de Yuki Onuma me pareció magnífica. En todo momento llevó al público donde ella quiso, abriéndonos su corazón y envolviéndonos de su alegría y sus miedos, su valentía y su lucha.
No sé cuán lejos va a llegar esta actuación de Fabulae, pero a mí me parece que deberían actuar fuera de Japón y mostrarla al mundo. Si tenéis oportunidad de verla, os la recomiendo totalmente. Y si por casualidad tenéis oportunidad de ver un espectáculo de butoh aprovechad, estoy segura de que os sorprenderá. ^____^
¡Hasta pronto!
Las fotos son cortesía de “Fabulae”©.